jueves, 31 de mayo de 2007

P.

"Alimento un odio visceral, profundo, irreductible, contra la burguesía, contra su suficiencia, su vulgaridad; un odio mítico, o, si lo prefiere, religioso."

domingo, 27 de mayo de 2007


De la Cantata BWV. 59 de J. S. Bach:

Ven, Espíritu Santo, señor Dios. Por tu bondad, llena de sentimiento y coraje el corazón de tus fieles. Enciende en ellos tu ardiente amor. Oh Señor, por el resplandor de tu luz,has reunido en la fea las gentes de todas las lenguas del mundo. Que te sea, Señor, cantada toda alabanza.¡ Aleluya , aleluya!

domingo, 20 de mayo de 2007

El verdadero y el falso fascismo

Sobre las nuevas disposiciones sobre la población rom (gitana) en los grandes centros urbanos italianos. De la edición de ayer de Il manifesto (www.ilmanifesto.it)



Mentre i mezzi di informazione scrivono "rom" prima di tutto nei fatti di cronaca come quello di Giuliano, ma non lo scrivono a proposito della bambina rom uccisa da un napoletano. Le parole, che fanno a pugni, senza dubbio indicano politiche. Che dicono siete pericolosi, non avete diritti e se ne avete dovete riguadagnarveli ogni giorno, per esempio se siete cittadini lo siete meno degli altri, e poi siete accattoni, ladri, criminali, forse anche asociali. Come dicevano altri che hanno fatto altri campi. Ad Auschwitz, ad esempio, dove il sindaco di Roma va tutti gli anni, insieme ai ragazzi delle scuole superiori. Li accompagna nella speranza che quella storia non si ripeta. Parla con loro della deportazione, poi torna a Roma e firma queste cose.

viernes, 18 de mayo de 2007

Cartas Mann - Adorno


Correspondencia 1943-1955
Theodor W. Adorno-Thomas Mann, ed. de Cristoph Göde y Thomas Sprecher. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006. Traducción de Nicolás Gelormini.

Por Diego Bentivegna


A partir de 1943, cuando se conocieron personalmente en la residencia californiana de Max Horkheimer, Thomas Mann y Theodor Adorno mantuvieron una densa y no demasiado voluminosa correspondencia, interrumpida tan sólo en 1955, cuando el autor de La montaña mágica falleció en Suiza, esa Mitteleuropa más pequeña y más cosmopolita que la gran Alemania donde había ambientado la novela de formación de Hans Castorp. Las cartas reunidas en este volumen -publicadas en alemán sólo en 2002- recubren, en consecuencia, el período que se extiende entre la disgregación sangrienta del Tercer Reich, que consideraba al semijudío y filomarxista Adorno y al aristocrizante Thomas Mann entre los enemigos más acérrimos de la "verdadera" cultura germana, y los años del regreso al Viejo Mundo y el inicio de la reconstrucción alemana.
Consecuentemente con su autoconstrucción como figura literaria a partir del gran modelo clásico de Goethe, una parte considerable de la producción escrita de Thomas Mann está compuesta por cartas a grandes figuras del pensamiento europeo, como Benedetto Croce y Georgy Lukács, cartas que abordan temas que están en el centro de los debates entre el iluminista y racional Ludovico Settembrini y el milenarista y comunizante León Naphta en La montaña mágica . Los epistolarios con Croce y con Lukács, anteriores a la segunda guerra mundial, se concentran fundamentalmente en problemas estéticos y filosóficos. El epistolario entre Mann y Adorno, en cambio, es inseparable del trauma provocado por el nazismo y, por supuesto, por Auschwitz: "A Alemania -escribe Thomas Mann a Adorno desde Zurich, de regreso a Europa, el 1 de julio de 1950- no me llevan ni a rastras. El espíritu del país me resulta odioso, la mezcla de miserabilidad e impertinencia en virtud de las perspectivas ventajosas me resulta repugnante".


El resto del texto en el flamante sitio www.cartas.org.ar

lunes, 14 de mayo de 2007

Poesía, seme, tradición (P. P. P. en Weimar, II)


(...)
Eso sucede en potencia; es, al menos, el origen de una próxima condición cultural, como equilibrio entre cultura y vida social, que, ahora, se aparece ante nosotros los jóvenes como esa luz incierta que implica, sin embargo, una certeza del día. Las semillas arrojadas en toda Europa por la generción que nos ha precedido fueron harto fecundas, sólo que han producido en nosotros frutos diferentes de los que estaban previstos. Quisera insistir en el valor de esta metáfora, dado que no hay hoy joven europeo alguno que no actúe en la historia de la poesía de su patria sin conocer la poesía de la generación que lo ha predido de manera inmediata; por el contrario, ha sido educado e iniciado en la poesía justamente por ella. La tradición no es una obligación, un camino, y ni siquiera un sentimiento o un amor: es necesario a esta altura entender ese término en un sentido antitradicional, es decir, en un sentido de continua e infinita transformación, o sea antitradición, escanduida por una línea inmutable, que es similar a la historicidad para la historia.
(...)

De P. P. Pasolini, "Cultura italiana e cultura europea a Weimar" (1942).
Trad: D. B.

domingo, 13 de mayo de 2007

Afinidades electivas: P. P. P. en Weimar (1942)

De "Cultura italiana y cultura europea en Weimar", del joven Pier Paolo Pasolini, publicado en Architrave, Bolonia, el 10 de agosto de 1942.

(...)
Paseando así con un ansia medio temblorosa, como aquel que siente que respira un aire que ya no es regional sino europeo, y casi sumergido en él y un poco incómodo, a lo largo de las fabulosas calles de Weimar junto con los jóvenes camaradas españoles, yo podía, conversando con ellos, remontarme a Calderón y a Cervantes o a Velázquez, a través de García Lorca y Picasso; detenernos por tanto en aquello que me interesaba más, en la última generación, cuyos nombres eran nuevos para mí; y, temblando, oía como los escandían las voces de aquellos camaradas; y esos nombres eran Dionisio Ridruejo, Gerardo Diego, Agustín de Foxá, Adriano del Valle (que deberían corresponder, en España, a nuestros Betocchi, Gatto, Sinisgalli, Penna, etc.). Y, por último, escuchaba no los nombres, no las obras, no los hechos, sino la presencia, densa y estimulante, de los jonvecísimos, sobre los cuales los camaradas españoles no supieron decirme sino que se notaba en ellos un inteligente regreso a la tradición. Pero eso me bastó: bastó para revelarme toda una condición, para reeencontrar en esos jovencísimos españoles mi imagen, y aquella otra de mis amigos boloñeses o florentinos.

(...)
Trad: D. B.

sábado, 12 de mayo de 2007

Amor, potencia y poesía

Acá va el fragmento que más me gusta de la entrevista a Cecilia publicada en un prestigioso medio mexicano:

"...Mercedes Araujo, que son las dos chicas que tienen la editorial conmigo; Diego Bentivegna que es un traductor y ensayista muy avezado y lúcido...".

Sus palabras son muy dulces y lindas y para mí ella, sus pecas, su escritura y su boquita son muy, muy importantes. Yo tampoco podría estar sin todo eso.
La entrevista completa está acá. Léanla. La parte en que habla de su niñez es de lo mejor:

http://www.oem.com.mx/elheraldodechiapas/notas/n263702.htm

jueves, 10 de mayo de 2007

Vahos de la India - P. P. P.


De P. P. Pasolini, L´odore dell´India, Parma, Guanda, 1990.

Es casi medianoche, en el Taj Mahal se respira la atmósfera de un mercado que está cerrando. El gran hotel, uno de los más conocidos del mundo, atravesado de un lado a otro por corredores y por salones altísimos (pareciera que allí uno vagara por el interior de un enorme instrumento musical), está lleno de boys vestidos de blanco y de porteros con turbante de gala, que esperan que pasen equívocos taxis. No se trata, oh, no se trata de ir a dormir, en esas habitaciones grandes como dormitorios, llena de muebles de un triste siglo XIX retardatario, con ventiladores que parecen helicópteros.
Son las primeras horas de mi presencia en la India, y no sé dominar la bestia sedienta encerrada dentro de mí, como en una jaula. Persuado a Moravia para que nos internemos al menos dos pasos fuera del hotel, para tomar un poco de aire de nuestra primera noche en la India.
Salimos pues a la estrecha costanera que corre detrás del hotel, por la salida de servicio. El mar está calmo, no emite signo alguno de presencia. A lo largo del muelle que lo contiene, hay automóviles estacionados y, cerca de ellos, esos seres fabulosos, sin raíces, sin sentido, llenos de significados dudosos e inquietantes, dotados de una fascinación potente, que son los primeros indicios de una experiencia que quiere ser exclusiva, como la mía.
Todos son mendigos, personas de esas que viven en los márgenes de un gran hotel, expertos en su vida mecánica y secreta: todos tienen un trapo blanco que les envuelve la cintura, otro trapo sobre los hombros y otro trapo que les envuelve la cabeza; casi todos tiene la piel negra, como los negros; algunos son negrísimos.
Hay un grupo debajo de los pórticos del Taj Mahal que dan al mar, jovenzuelos o muchachitos; uno de ellos está mutilado, con los miembros como corroídos, y se recuesta, envuelto en sus trapos, como si, en vez de estar frente a un hotel, estuviera frente a una iglesia. Los otros esperan, silenciosos, expectantes.
No comprendo todavía cuál es la misión que tienen, cuál es su esperanza. Apenas les lanzo una mirada, charlando con Moravia, que ya estuvo aquí hace veinticuatro años, y conoce bastante el mundo como para caer en el estado penoso en el que yo me encuentro.
En el mar no hay ni una luz, ni un ruido: aquí estamos casi en la punta de una larga península, de un cuerno de la bahía que forma el puerto de Bombay: el puerto está en el fondo. Debajo de la pequeña muralla, solamente hay algunas pesadas barcas, ralas y vacías. A pocas decenas de metros, contra el mar y el cielo de verano, se alza la Puerta de la India.
Es una especie de arco del triunfo, con cuatro grandes puertas góticas, de estilo liberty bastante severo: su mole se dibuja en la orilla del Océano Índico, como conjugándolo, visiblemente, con la tierra firme que, justo allí, es una plaza redonda, con jardincitos oscuros, y construcciones, todas ellas grandes, floreales y un poco desperdiciadas como el Taj Mahal, de un color terroso y artificial, entre ralas lámparas inmóviles en la paz del verano profundo.
Todavía a los costados de esta gran puerta simbólica, otras figuras de apariencia europea del siglo XVII: pequeños indicios, con las caderas envueltas por una tela de seda blanca y, en los rostros oscuros como la noche, el círculo del estrecho turbante de trapo. Sólo que, vistos de cerca, esos trapos están sucios de una suciedad triste y natural, muy prosaica, respecto de las sugestiones figurativas de una época en la que ellos, por otra parte, se han detenido. Son siempre jóvenes mendigos, o gente que se las arregla, demorándose en la noche en los lugares que, probablemente, de día, son el centro de sus actividades. Nos miramos, Moravia y yo, no haciéndoles caso: sus ojos inexpresivos no deben ver en nosotros nada prometedor. Es más, casi se cierran en sí mismos, caminando cansinos, a lo largo de la baranda marrón.

Llegamos así a la puerta de la India que, de cerca, es más grande de lo que parece de lejos. Las puertas de ángulos agudos, los muros horadados, de ese material amarillento y pálido, se alzan sobre nuestras cabezas con la solemnidad de ciertos atrios de las estaciones nórdicas.

Trad: D. Bentivegna

sábado, 5 de mayo de 2007

Topografía sentimenal (P. P. P.)



(Villotta). Lo inesperado comenzó pasando las Toratis. Hay que decir que toda la gran llanura que se extiende entre el Tagliamento y el Livenza es el lugar de mi vida, y que en consecuencia tiene para mí el sentido de un dato elevado a la enésima potencia, cargado de memoria. La zona de esta llanura que tiene su centro en Casarsa y sobre cuyo perímetro se colocan Spilimbergo, Domains, Zoppola, Bannia, San Vito, Cordovado, Portogruaro y el Tagliamento, a esta altura se me presenta como carente de misterios geográficos; el misterio ha cambiado de dimensiones y asume la configuración de una tectónica sentimental. En los márgenes de esta zona vive un mundo… ¿Cómo llamarlo? ¿De qué manera definirlo? Es un pre-mundo, un purgatorio adormecido, un pasillo que conduce a aquellos lugares de Italia o de Europa que tienen para mí sólo una imagen convencional: lo verde o lo de color oscuro en el Atlas. Más allá de San Vito, en dirección a Pravisdomini y a Chions, cuyo descubrimiento yo postergaba desde hacia ya dos lustros, el campo presentaba esa mutación imperceptible, pero tan significativa, que hacia que me pareciera distinto, “otro” con respecto al que me es familiar. ¿Algo que ya era del litoral o de los pantanos, algo quizá demasiado silencioso o demasiado reciente, no flotaba acaso por sobre aquella llanura de verde esmeralda? Con un asomo de terror, pensé en el boscaje prerromance o romance… Y como para dar cierta solidez y forma a ese terror, apareció ante mí justo en ese momento un rebaño amarillo e inmenso, con perro y asnos, y un pastor encapotado, recostado en el pasto. Ni un suspiro se elevaba de esa horda hambrienta, ni un sonido, ni un murmullo. El pastor me miró: fue la mirada que Cristo intercambia con Lázaro en el fresco de Giotto. Una mirada de silencios.
Qué estupor cuando llegué a Villotta. Es un pueblo fresco y nuevo, un pueblo de la California construido con el gusto cementerial de hace cincuenta años. Agucé el oído: allí se hablaba un dialecto que no era véneto, aunque tuviese la vena lanzada de éste: era la máscara fúnebre del friulano. Mientras tanto, yo miraba a mi alrededor, preguntándome si acaso no vería revolotear todavía, un poco cansada, la paloma del diluvio.

(…)

(Rosa). El camino estaba en silencio, las luces escasas, y algunos grupos de jovencitos volvían a San Vito. ¿Había terminado entonces el baile? Sí, efectivamente, y por intervención del párroco, como nos dijo una muchacha interpelada ansiosamente. Rosa se encontraba en una situación extraña: el aborto de la fiesta daba un aire todavía dominical al tristísimo lunes. Grupos de muchachas que cantaban, provocando a los jóvenes forasteros, como nosotros, caídos ahí desde los caseríos vecinos en bicicleta. En la plataforma desierta, invadida ya por la noche, se habían sentado los muchachos, que pisoteando el tablado, hacían retumbar todo el lugar de esa loca exaltación. Luego llegaron algunos jovencitos que entraron también en la plataforma y empezaron a cantar una canción obscena, una canción romañola que yo había aprendido de muchacho. Cantaban a los gritos pelados, invisibles; los muchachos, cuyo batifondo había sido interrumpido, comenzaron a rodear a aquellos impíos, y con no menor falta de piedad, aprendieron bien rápido el ritornelo, agregando la frescura de sus voces, culebritas de plata, a los tambores de los jóvenes borrachos. “Yo tengo una pistola cargada… cargada con bolitas de oro”. Mientras le decía a N: “¿No parece García Lorca?”, creí que estaba cayendo, golpeado por las balitas de esa pistola afortunada: era la juventud, era la noche de un Friuli de amor.

De “Topografía sentimental del Friuli”, publicado originalmente en Avanti cul Brun, Údine, 1948. Includio en Un paese di temporali e di primule, curado por N. Naldini (Parma, Guanda, 1996).





Trad: D. Bentivegna