sábado, 30 de abril de 2011

Sabato

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Dice H. Benítez: "He leído casi todos los libros publicados ese año contra nosotros. Excepto uno, "El otro rostro del peronismo" de Ernesto Sabato, hondo, sereno y digno de tomarse en cuenta, todo lo demás, qué bazofia! "Ayer fue San Perón" (de Damonte Taborda), "Eva Perón, la mujer del látigo" (de Mary Mann), "¿Qué es esto?" (de Ezequiel Martínez Estrada) deben ser analizados en insitutos frenopáticos. Están hechos de odio demencial, de odio patológico" (de N. Galasso, Yo fui el confesor de Eva Perón, Rosario, Homo Sapiens, 1999, p. 109).

sábado, 9 de abril de 2011

Cecilia Romana nos reseña en El Litoral de Santa Fe. Gracias, Ceci!


Pescando al ahogado

Por Cecilia Romana


“Castellani crítico. Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transfigurada”, de Diego Bentivegna. Ediciones Cabiria. Buenos Aires, 2010.

Leonardo Castellani nació al norte de Santa Fe, más precisamente en Reconquista, un 16 de noviembre de 1899. De la misma forma que el tiempo se encargó de enterrar la primera fundación de don Juan de Garay en nuestras tierras, los años fueron ahogando la voz potente y original de este sacerdote jesuita, convirtiendo su nombre en una palabra hueca.

Pero Castellani fue un escritor prolífico, insólito en nuestro medio. Un crítico intrépido, cuya audacia le valió el exilio y quizás también, el olvido.

Tomando la posta de su interesantísima visión intelectual, Diego Bentivegna aborda su obra en Castellani crítico. Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transfigurada, un libro esencial para ubicar a nuestro autor en tiempo y espacio, y confrontarlo con sus contemporáneos, los mismos que lo alabaron o defenestraron, según la época y el momento político que atravesaba el país.

Bentivegna, con un manejo erudito de las fuentes utilizadas, nos muestra el rostro menos conocido de Castellani: sus discrepancias con Borges; sus afinidades críticas con José María Rosa y Leopoldo Marechal, entre otros; sus gustos estéticos que ponen por encima de la poesía de Juan Ramón Jiménez a la de Miguel Hernández, por ejemplo; sus pensamientos sobre el libro como objeto, del que dice:

“Quien hace una cosa, es suya. ¿Quién hace un libro? Primeramente el autor del libro, a veces con pedacitos sanguinolentos de su cerebro y fibrillas vivas de su corazón. Después del autor, el que hace un libro es el impresor, que le da cuerpo material. Tercero hace el libro el editor, que prestando su capital, hace posible a los otros dos obreros su obra, a veces trabajando él muy poco. Finalmente entra el librero, el cual lo tiene depositado en su casa y lo va vendiendo. La justicia más obvia pediría, pues, que el producto pecuniario de esa producción cultural fuese de mayor a menor en este orden: el autor, el impresor y el libro. ¿Qué pasa? Pasa todo al revés”.

Todos estos rasgos, más una invalorable cronología y la sección que el autor llama “Vademécum crítico”, que reúne textos del propio Castellani, esenciales para una mayor comprensión y penetración en su obra, conforman un volumen breve aunque concentrado que tiene por mayor virtud la de rescatar una figura original de nuestras letras, no sólo en los aspectos reconocidos de su labor narrativa, sino en su perfil ensayístico y crítico.

En la pluma de Bentivegna, estos fascinantes textos acaban por ser una pincelada evocadora del capital literario de todo un período histórico y él, en consecuencia, el arqueólogo que desenterró las ruinas, o el pescador que sacó del río al hombre ahogado.

viernes, 1 de abril de 2011

Reseña de Castellani Crítico, por Lucas Adur, en la revista Criterio.

Nº 2369 » Abril 2011 Castellani revisitado
por Adur, Lucas · Comentar

En Castellani crítico, Diego Bentivegna propone un enfoque que busca reposicionar al “furibundo jesuita” en el campo literario argentino.La obra del sacerdote Leonardo Castellani abarca gran cantidad de volúmenes y una notable diversidad de géneros: cuentos costumbristas, exégesis bíblica, manuales filosóficos, crítica literaria, parábolas en clave gauchesca, relatos policiales, historias fantásticas y hasta una traducción anotada de la Suma Teológica de Tomás de Aquino. Esta inmensa masa textual permanece, en su mayor parte, ignorada por la crítica académica. Si se le concede algún lugar a Castellani es en tanto autor de cuentos policiales, en particular del chestertoniano Las nueve muertes del Padre Metri (1942) que en su momento Rodolfo Walsh consideró como el mejor libro de ese género escrito en nuestro país. El resto de la producción de Castellani parece expulsada de los marcos institucionales desde donde se enuncian tradicionalmente la crítica y la literatura: una palabra extópica, anacrónica, siempre fuera de lugar.

El reciente trabajo de Diego Bentivegna, Castellani crítico. Ensayo sobre la guerra discursiva y la palabra transfigurada (Buenos Aires, Cabiria, 2010) propone un nuevo enfoque que busca reposicionar a este “furibundo jesuita” en el campo literario argentino. No se trata sin embargo de una lectura apologética, de un mero intento de “rescatar” al autor del olvido, sino de un ensayo sobre la potencia crítica que atraviesa toda la obra castellaniana. Bentivegna revisa las cuestiones que ocuparon hace décadas al sacerdote santafecino, muchas de las cuales se encuentran aún vigentes: las complejas relaciones entre religión y política, el rol de los medios de comunicación en la formación y manipulación de la opinión pública, los aciertos y fracasos del sistema educativo y la injerencia del mercado en las prácticas culturales, por mencionar sólo algunas.

Las intervenciones de Castellani sobre estos temas (sobre todos los temas) suelen estar formuladas con una vehemencia que lleva a Bentivegna a hablar de una verdadera “guerra discursiva”. El autor analiza detenidamente la singular retórica polémica de este Bloy santafecino1 que por momentos “se acerca fuertemente al discurso inflamado del panfleto”.

La ironía, el calembour, la parodia y la injuria se cuentan entre los recursos que Bentivegna señala y que pueden encontrarse profusamente ejemplificados en el Vademécum crítico que figura como apéndice del libro. Allí se incluye un originalísimo apunte sobre “gordura y literatura” y una definición de James Joyce tan políticamente incorrecta como divertida.

Ahora bien, este fascinante estilo está estrechamente relacionado, como demuestra Bentivegna, con una idea de la literatura y de la crítica. El autor señala que existe en Castellani una particular sensibilidad a las condiciones materiales y las cuestiones técnicas en su interpretación de los fenómenos culturales, lo que le permite relacionar su pensamiento con el de teóricos marxistas como Walter Benjamin o Antonio Gramsci. Desde luego, en Castellani, esta concepción “materialista” de la crítica no proviene del marxismo sino de uno de los dogmas centrales de la fe cristiana: la encarnación. En el último capítulo de su libro (quizás el más interesante), Bentivegna desarrolla la noción de “transfiguración”.

Retomando consideraciones de Maritain, Auerbach, Jean-Luc Nancy y el mismo Castellani, el autor sostiene que lo propio del cristianismo es la búsqueda de un arte encarnado, que integre las dimensiones material y espiritual. Esta confluencia entre lo “alto” y lo “bajo” deja huellas visibles en la escritura castellaniana. Su estilo abandona todo ideal de “pureza” y de unicidad normativa para explorar la mezcla y la pluralidad de las lenguas que forman el tejido social, en una tradición que Bentivegna (vía Pasolini) remonta hasta Dante. La obra crítica y literaria de Castellani constituye una incursión en la complejidad del universo discursivo argentino de su época: la lengua culta, las variedades dialectales, el cocoliche inmigratorio, los tecnicismos teológicos, las lenguas clásicas y las jergas populares se superponen en su prosa.

La lengua heteróclita de Castellani se alza contra toda pretensión de pensar la literatura como puro hecho del espíritu. Como afirma Bentivegna, la “palabra transfigurada” del santafecino supone “una afirmación de la materia, del carácter corporal del acto estético”.

Esta concepción encarnada de la literatura permite releer no sólo a Castellani sino a toda una serie de autores más o menos cercanos a él (vg: Leopoldo Marechal). De este modo Castellani crítico, con un gesto que tiene algo de discreta provocación, vuelve a poner en discusión un sector de nuestra literatura que parecía “ilegible”, contribuyendo a lo que, como hemos dicho en otro lugar, es una de las funciones fundamentales de la crítica: la constante revisión del canon.

En 1952 Castellani escribió unas líneas sobre Leon Bloy que, mutatis mutandi, podríamos aplicarle hoy a él: violencias verbales, gusto por lo enorme, falta de mesura, y voluntad de “ladrar contra todo lo establecido”.



El autor es doctor en Letras.